Roberto Mérida Fernández
La batalla contra el «nazismo religioso» takfirista-wahhabita supuestamente «árabe» (en realidad extranjero y mercenario, «murtázaq», según lo llaman los propios árabes) también se dará en el plano cultural. La lucha contra Estado Islámico en el mundo árabe, es la lucha también de la luz contra la oscuridad, de la ciencia contra la ignorancia, de la memoria histórica contra el olvido, del humanismo contra la barbarie, de la vida contra el asesinato, de la liberación de la mujer contra su esclavitud, y cómo no, de la pluralidad de creencia y pensamiento, de la libertad, contra el totalitarismo monocolor, negro, teocrático y pseudo-religioso, que más que con la religión, tiene que ver con la riqueza, el poder y el culto a la violencia y el asesinato. En otras palabras, es la misma lucha que la lucha histórica contra el fascismo. Son el nuevo nazismo «religioso» del mundo árabe, compuesto, paradójicamente, por extranjeros y mercenarios (murtazaq en árabe; el propio nombre ya nos da una idea de las motivaciones que mueven a esta clase de grupo). A los ojos de la mayoría de árabes, esto carece de la menor relación ni con el islam ni con el mundo árabe; tiene que ver en la práctica más con la destrucción del mismo y la relegación del patrimonio cultural árabo-islámico (que también es cristiano maronita y ortodoxo, druso, zoroastrista o yazidí, laico, izquierdista, materialista, racionalista y ateo) a una caricatura anacrónica, inquisitorial, oscurantista y reaccionaria.

A falta de apoyo social decidido real en el interior de los países que ocupan, mercenarios extranjeros llenan y pueblan de efectivos las filas de Estado Islámico: chechenos, afganos, centroasiáticos, libios, magrebíes, saudíes, franceses, rusos, europeos, son algunos de los ejemplos de las nacionalidades no autóctonas (árabes iraquíes o sirios) que constituyen la principal fuente de combatientes voluntarios que acuden a sumarse a las filas de Estado Islámico a cambio de las habituales promesas de dinero, poder, «prestigio», «yihad sexual», etc.
Así, los defensores de la memoria y la libertad hoy están un paso más cerca de ganar la batalla a esta criatura reaccionaria alimentada y financiada en el pasado por Arabia Saudí, cuando Estado Islámico estaba vinculado a Frente al-Nusra, la sección siria de Alqaeda, y tolerada por Israel a través de un pacto de no-agresión fronterizo, o por EE.UU. durante todo el tiempo que duró la ocupación yanqui a `Irâq (ya que eran un factor de división entre los propios iraquíes que les mantenía ocupados impidiendo que se centraran en expulsar a las fuerzas ocupantes extranjeras). Así, las estatuillas antiguas destruidas por Estado Islámico en el museo de Mosul, a través de una acción grabada cuyas imágenes conmovieron y horrorizaron al mundo, han resultado ser réplicas de yeso. Según el jefe del Departamento Nacional de Antigüedades de Irāq «ese patrimonio histórico y cultural está salvo: en Mosul sólo había copias en yeso, no originales.»Esta versión ha sido corroborada por arqueólogos británicos, que dicen que «muchas de las esculturas destruidas por Estado Islámico en Mosul son réplicas». Según los arqueólogos, consultados por la cadena británica Channel Four, «la mayoría de las esculturas y estatuas que aparecen en el vídeo supuestamente grabado en el interior del museo de Mosul, en el norte de Irak», serían «copias fabricadas en yeso», lo que explicaría la facilidad con la que las destruyen los milicianos de negro con mazas y grandes taladros. «Pueden ver barras de hierro dentro» de las esculturas y estatuas», ha subrayado Mark Altaweel, miembro del Instituto de Arqueología del University College de Londres, mientras ve las imágenes difundidas por Estado Islámico en Internet. «Las originales no tienen barras de hierro», ha añadido.
Por su parte, uno de los conservadores del Museo de Bagdād explica a su vez que «las enormes estatuas y relieves, toros alados y figuras procedentes de Nimrūd, Hatra y Jorsabād se encuentran repartidos por varios museos, algunos en el de la capital iraquí, y también por varios extranjeros, entre ellos alemanes. De esta forma, ese patrimonio cultural que durante algunos días se ha dado por perdido se encuentra, en realidad, totalmente a salvo.»