Roberto Mérida Fernández
Para quienes crean que el conflicto de Palestina-Israel se reduce a un mero enfrentamiento por anecdóticos odios ancestrales entre dos pueblos iguales, y cierto primitivismo cultural que les impide resolverlos, la siguiente noticia resultará paradigmática. La represión en Israel va también dirigida contra aquellos ciudadanos israelíes, y/o judíos que se posicionan públicamente en apoyo, o solidaridad, a favor del pueblo palestino.
Estos reciben un odio, por parte de las instituciones del Estado de Israel, y por parte de sus aparatos de propaganda, así como por el discurso dominante, equiparable al que recibe el pueblo palestino, tildados de traidores al pueblo de Israel. Y es que, lejos de ser un conflicto entre iguales, el árabe-israelí es un conflicto provocado por los intereses coloniales de un régimen, el sionista, y un Estado, el de Israel, que trata de construirse en Oriente Próximo a costa de las tierras tradicionales de un pueblo autóctono históricamente humilde, trabajador y pobre, el árabe palestino.
Campesinos, jornaleros, trabajadores que desde tiempos ancestrales han tenido que laborar de sol a sombra para ganarse el pan, primero sometidos a la bota de los señores feudales y los gobernadores Turcos Otomanos, luego al Imperio Británico y, en la actualidad, al régimen colonialista del apartheid israelí, son víctimas de un proceso de desplazamiento étnico prolongado, caracterizado por un hostigamiento lento con irrupciones periódicas de violencia estatal a gran escala. Éstos se producen, primero a través de los colonos sionistas, que van colonizando cada vez más porciones de su tierra en Cisjordania para construir en suelo palestino casas y granjas «sólo para judíos»; luego a través de agresiones periódicas, fruto del odio o de las tensiones que emanan de una situación semejante, por parte de los colonos a los habitantes autóctonos palestinos; u ora mediante ataques puntuales por parte del ejército y la aviación israelí a casas y barrios árabes, so pretexto de «cazar terroristas»; y desde hace unos años atrás, mediante la implantación de un demencial, fatídico e inhumano muro, que les aísla virtualmente del exterior, imponiéndoles incomodísimos, abusivos y tediosos controles militar-policiales fronterizos que llegan a generar a diario longevas colas, registros, interrogatorios, abusos, amenazas de muerte, asesinatos sumarios contra árabes, a la vista de todos, si responden con soberbia o dedican a sus custodiadores una mala mirada; para finalmente estallar las tensiones acumuladas en forma de masacres, por parte del Estado, casi siempre usando como pretexto alguna respuesta aislada, desesperada, en forma de cohetes caseros o atentados suicidas, por parte de Hamás, de secuestros ya sea por ésta o alguna otra organización militante palestina, etc.
Ante esta situación, el régimen sionista necesita mantener su propia estabilidad y hegemonía ideológica dentro de su propio territorio, y para ello no duda en aislar, anatemizar y arremeter contra todo individuo que, siendo de origen judío o israelí, confraternice con esa población palestina cuyas tierras se pretende usurpar. Y es que el régimen israelí no puede permitir que el mito de una «lucha entre pueblos» condenados a odiarse, y ante la que Israel debe defenderse para evitar males y víctimas mayores contra su pueblo, se rompa y haga trizas. Un discurso, el de la «lucha de pueblos», que prentede desplazar y sustituir al de la «lucha de clases», entre ricos y pobres, gente trabajadora y poderosos, que abarcaría tanto a ciudadanos israelíes como árabes palestinos, y que sería mucho más peligroso para la clase dominante israelí.
Un discurso, este de la «lucha de pueblos», que recuerda, en definitiva, al del extinto III Reich de la Alemania nazi. Las siguientes declaraciones pertenecen a Etgar Keret, escritor israelí nacido en 1967 en Tel Aviv, que defiende la paz y el entendimiento con el pueblo palestino, reseñadas en el artículo de Público «Si tu opinión es fascista o racista no tienes problemas en Israel», por J. Losa (Madrid, 30/09/2014, 17:45 [ http://www.publico.es/547331/si-tu-opinion-es-fascista-o-racista-no-tienes-problemas-en-israel ]):
“Cogí tus libros y los lancé a la basura”, “ojalá tuvieras cáncer y te murieras”, “cuando acabemos con Hamás, tú serás el siguiente”. El gran pecado de Etgar Keret (Tel Aviv, 1967) para recibir semejantes lisonjas por parte de la extrema derecha israelí fue posicionarse a través de un artículo a favor de la paz y el entendimiento con los palestinos. No sólo eso, el hecho de que quien se mostrase a favor del diálogo fuera uno de los escritores más talentosos y queridos de su generación tuvo algo que ver.
“Pese a todo —matiza el autor de Los siete años de la abundancia—, siempre he sentido que en Israel había libertad de expresión, lo que ocurre es que nuestro actual gobierno no tiene la valentía ni la integridad de luchar por este valor tan fundamental. Si tienes una opinión liberal te van a castigar o te van a amenazar, pero si tu opinión es fascista o racista no habrá ningún tipo de consecuencia. Es un sistema que fomenta la intolerancia”
Intimidaciones al margen, lo cierto es que las historias mínimas y surrealistas de Keret —sus cuentos no sobrepasan por lo general las tres páginas— como la del hombre que siempre termina sus relaciones de pareja en un taxi, la chica que da a luz a un poni o el músico al que encierran en una botella, le han convertido en un escritor clave para entender a una generación de israelíes incapaz de identificarse con los grandes relatos que propone la pragmática tradición literaria israelí. Para entendernos; más Woody Allen y menos Moshe Dayan.
“Siempre tuve la sensación de que no podía ser escritor porque no sabía cómo cambiar la realidad, afortunadamente me di cuenta de que esto no implica que deba aceptarla”. Así fue como Keret encontró su voz literaria, un feliz hallazgo imposible si no fuera por la inestimable mediación de sus venerados Kafka y Vonnegut. “Ocurrió durante el servicio militar, que es eterno en Israel, como era un soldado bastante malo me castigaban con frecuencia y tenía que quedarme en la base cuando el resto se iba con su familia de permiso. Fue allí donde empecé a leer los cuentos de Kafka y Matadero 5 de Kurt Vonnegut y quedé impresionado”.
El legado de estos dos grandes queda patente en la obra de Keret. Su capacidad para estirar la realidad hasta hacerla irreconocible y sugerente, su humor macabro y la ambigüedad de sus finales convierte a Keret en el insumiso perfecto contra los tiranos del esteticismo literario. “Hay muchos críticos estadounidenses que creen que la forma es el elemento más importante en literatura. Si la motivación es crear una forma perfecta normalmente creas algo hermoso pero también estéril. Yo creo en el concepto de una historia buena pero mal escrita.” (Público)
Desgraciadamente la mayoria de los medios de comunicacion estan al servicio del pensamiento dominante, son la voz de su amo y repiten todos las mismas cantinelas en este y todos los temas importantes.
La politica internacional la manejan las potencias occidentales y el Imperio yanqui, el policia de los amos del mundo es en Oriente Proximo el estado sionista, se le permite todo, hasta el masacrar a un pueblo, el holocausto del que tanto rendimiento sacaron lo repiten ahora pero no como victimas sino como verdugos…